No hay buenas series de abogados en castellano, ni buenos libros, ni grandes películas. Por eso me animé a escribir Apetito de riesgo.
Apetito de riesgo está entre el thriller clásico y la novela negra. Tiene como protagonista a Beltrán: abogado y agresivo delfín del bufete de los McKenna, en Marbella, cuya vida cambia en un extraño accidente de tráfico. El suceso le llevará a una habitación alquilada en la trasera de la Gran Vía madrileña, donde tendrá que subsistir inventando palabras para una agencia de publicidad. Pero nada es para siempre, y una enorme estafa por parte de varias entidades bancarias le hará volver al mundo de la abogacía previa petición de un viejo conocido, Simón Braña, inspector jefe de la comisaría de Leganitos.
Apetito de riesgo nos traslada así a una crisis económica que sonará familiar a muchos, y muestra cómo en algunos momentos los chanchullos pueden llegar muy lejos, incluso a asesinatos amparados, de forma dudosa, por cuestiones económicas.
Es una novela a la altura de los grandes autores de thriller norteamericanos con el trasfondo de la crisis económica en España; el ritmo narrativo es absolutamente trepidante y es muy posible que el final explote ante la mirada atónita del lector, que necesitará más como si fuera una droga.
Juan Gordo
Apetito de Riesgo, con Madrid como telón de fondo —se centra en la calle de atrás, Leganitos, y la más opulenta, Serrano—, habla de éxito y fracaso, de la perdurabilidad del statu quo y de los problemas sociales que la crisis económica dejó al descubierto en España; todo ello rodeado por una atmósfera oscura y con lecciones de vida clave: el pasado acaba siempre por infectar el presente.