El fundador de Facebook, por motivos evidentes y mientras ocultaba las fotos de su boda, certificaba la muerte de la privacidad. No es el único: todo el que quiere hacer negocio a base del grisú de los datos se dedica a llamarnos viejunos a los que creemos que, esté donde esté el ser humano, se comunique con el silbo gomero o con un chip en el cerebro, querrá mantener en privado una parte de su...
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