Desde que empecé a ejercer la profesión de abogado, hace más de treinta años, he trabajado en solitario, con socios o con compañeros; en despachos internacionales en el extranjero o en despachos españoles de tamaño medio en la costa; en instituciones internaciones o en corporaciones locales; en grandes proyectos y para clientes pequeños, con iguala, con costas, llave en mano, por horas, gratis. Son muchos los modelos de ejercicio, cada vez más diversos y atomizados, pero pocos los valores. Estos son los de The Llaneza Firm.
1. Visibilizar. A las personas, el trabajo que realizan, el valor del trabajo solista, y la fortaleza del ejercicio en red.
2. Ser y trabajar con buena gente. La vida es demasiado complicada como para trabajar y tratar con personas que no lo son.
3. Potenciar la singularidad. Hay muchos despachos que hacen lo de siempre, otros que se especializan en cuestiones técnicas muy complejas que solo ellos saben hacer, u otros que encuentran la fórmula ganadora en crear una factoría de productos repetitivos. En The Llaneza Firm nos gustan los temas singulares y las soluciones diferentes a los asuntos de siempre. Cambiar la mirada lo es todo.
4. Buscar la excelencia. No hace falta ser un gran despacho para aspirar a lo mejor dentro de lo posible, a la perfección sin entrar en parálisis, a la agilidad con fundamento.
5. Tener la mente abierta. A la opinión del otro, a las emociones que forman parte de todos los procesos que involucran a seres humanos, a nuevas ideas aunque disgusten, a nuevas maneras de reflexión.
6. Ser algo más que abogado. Tener una biografía interesante más allá del Castán , tener intereses más allá del Derecho. Interconectar leyes, humanismo, arte, técnica y tecnología para alimentar los procesos de trato con el cliente, con el contrario y con cada proyecto.
7. Ser honestos. No nos inventamos que sabemos hacer lo que nos excede e intentamos ser justos aunque nos perjudique.
8. Ser generosos. Creemos en el ROI de la generosidad, en compartir las ideas, en colaborar en sus ejecuciones, en la capacidad que tenemos de cambiar las cosas desde los gestos pequeños sin esperar una devolución. Porque la generosidad genera generosidad, no necesariamente de la misma persona ni necesariamente cuando te conviene, pero sí si trabajas con buena gente.